La Mami, el documental de la cineasta española Laura Herrero, llega a la edición 23 del Festival Internacional de Cine de Guanajuato. Un trabajo que invita a "callar, escuchar y respetar" el trabajo de personajes de la vida nocturna de la Ciudad de México que por años no han sido tomados en cuenta.
Guanajuato, 26 de septiembre (SinEmbargo).– La cinta comienza con un oración. Más de dos docenas de inciensos son prendidos por "La Mami" para pedir a la Virgen de Guadalupe por las chicas y se les proteja en una noche más de trabajo, desde el icónico cabaret Barba Azul de la Ciudad de México. Ella no es sólo la mujer que vela de los baños, sino también de las bailarinas, las cubre de sus consejos con su recia voz y amparada por la experiencia que le han dado los años para cuidarlas de los peligros a los que puedan estar expuestas.
La Mami, el documental de Laura Herrero, llega a la edición 23 del Festival Internacional de Cine de Guanajuato para tener su estreno en México después de eventos internacionales como el International Documentary Filmfestival Amsterdam, el MoMA de Nueva York y el Festival de Cine de Málaga.
Herrero se encontraba en la parte final de su primer documental (El Remolino, 2016) cuando sus amigos la llevaron al Barba Azul. Una platica en el baño de mujeres la hizo escuchar por primera vez la voz de Olga, mejor conocida como "La Mami", mientras daba concejos a otra chica.
"Empecé a alucinar y a entender que esa mujer ahí ejercía un papel muy importante en las chicas que trabajan en ese espacio, no sólo como esa mujer que cuida los baños, sino también como este símbolo de la madre, este pilar, esta como cuidadora de energía y esta base que sostiene el espacio que es tan importante para las mujeres que trabajan en este baño que es como una burbuja, una habitación propia como de la que habla Virginia Wolf", comenta Laura Herrero desde España en entrevista con SinEmbargo.
Doña Olga ha trabajado desde hace más de 45 años en el cabaret de la colonia Obrera. Ha estado en diferentes puestos como bailarina y dama de compañía, mesera y vendedora de canciones. Una mujer a la que la vida se ha encargado de forjar su carácter fuerte.
"Creo que Doña Olga es muy difícil de entrar porque es una mujer que tiene mucha experiencia en la noche, y de alguna manera, la noche les ha hecho como desconfiadas y tener mucho más cuidado. Con las chicas el acercamiento fue más difícil..."
Entrar hasta la intimidad de esas mujeres no fue tarea fácil. Laura tuvo que trabajar por tres años yendo de visita en visita para ganar su confianza. "Es muy difícil porque ellas tienen un trabajo muy juntado y muy estigmatizado, entonces para ellas es complicado mostrar su identidad", explica.
Después de esos tres años de visitas recurrentes, Laura prendió la cámara. Algunas prefirieron no salir a cuadro, unas sólo permitieron que su voz se escuchara y otras más como Priscila decidieron contar su historia. El qué la llevó a ese lugar, sus primeros pasos en la pista y el cómo fue lidiar entre la familia y su nuevo empleo son puestos en frente al lente. No en forma de entrevistas, sino como si el espectador fuera un espía encubierto o estuviera sentado en alguno de los baños viendo todo por una rendija, escuchando cada historia, observado cada de uno sus movimientos y siendo testigo de sus rostros cansados frente al espejo.
"Para mí era muy importante que las chicas no me miraran a mí, ni hablaran porque yo en realidad lo que quería era estar ahí, escucharlas. Pertenezco a muchas cosas de ellas en su parte más esencial y vivencial porque me reconozco y busco en ellas cosas en las que me sienta reconocida, pero es verdad que no es mi realidad".
"Me apetecía que yo no fuera interpelada, que yo estuviera ahí con calma, con respeto. Me parecía también importante en este documental, con estas mujeres que son tan juzgadas y estigmatizadas pararnos, callarnos y escuchar. Era un acto muy importante. Un acto súper importante también para los espectadores que lo vayan a ver porque esta pieza es el espacio para una parte de la sociedad que no está tan escuchada. Tiene voz, y una voz muy potente como la puedes ver en el documental, pero no está escuchada. Era importante eso: callar, escuchar y respetar".
Ver el documental de Laura parece un viaje a los años 70 y 80 en México, cuando el auge de las ficheras estaba en su máximo esplendor. Los decorados extravagantes del Barba Azul, la música, y algunos de sus clientes aún atrapados en su vestimenta de la época llenan la atmósfera, pero también muchos de los prejuicios que aún están presentes en estos días con las chicas que acompañan la pista.
Más allá del remarcado maquillaje, los vestidos cortos y el aliento alcohólico que desprenden por las bebidas que les disparan los clientes, en cada de una de las mujeres hay una historia detrás que las ha llevado ahí, y la directora deseaba comprender todo ese mundo que sólo brilla de noche.
"Necesito entender cómo se organiza este espacio, este baño, este espacio de sólo mujeres, un lugar como autónomo, y cómo estas mujeres se entienden para agarrar fuerza y bajar hacía esta pista de baile, y ponerse a competir, se exponen. ¿Qué pasa en este baile? Y para mí ese fue el primer acercamiento, y lo que descubrí meneando ahí fueron cosas mucho más complejas".
"Yo siempre tuve un acercamiento mucho más naíf, mucho más romántico, y luego voy complejizando, y voy entiendo mucho más allá. Fui entendiendo que este espacio no sólo hay un cuestionamiento de género, sino también hay un cuestionamiento de raza, de clases sociales, y que hay que cuestionarse mucho más cosas cuando escuchamos a estas mujeres. Esta cosa de que todas son madres solteras que están sacando adelante a sus hijos trabajando en este espacio y que las alianzas son importantes, pero que también las alianzas se rompen en este espacios como éste y se reconstruyen de otras formas, es mucho más complejo. Yo creo que es importante entender y complejizar la realidad que retratas siempre y mirarla con respeto. Para mí era importante eso, mirarla con respeto y sin juzgar y de ahí aprendí mucho de ellas, yo creo que las admiro más que cuando empecé".
Las chicas entran y salen del baño, es su refugio para apartarse de ese cliente impertinente o abusivo, y la Mami es el confesionario donde llegan a desahogar lo que no pueden llevar a casa. La Mami reza y vuelve a rezar, por que la situación está cada más difícil. Pide a la "Niña Blanca", la que no discrimina por la moral, proteger a todos en el Barba Azul.
"Era muy importante retratar este lado religioso, místico, este espacio del que ellas se agarran para poder seguir la noche y para 'La Mami' es muy importante porque es como la cuidadora de energías del baño. Ella cuida las energías protegiéndolas a su manera y a su manera con estos símbolos por ejemplo una madre, la Virgen de Guadalupe, la niña, la Santa Muerte que las protege mucho por que no las juzga, no tiene moral, no moraliza el trabajo, sino que lo respeta y es un espacio donde se cree mucho en la Santa Muerte".
La Mami es un trabajo desde una perspectiva femenina que empodera a todas estas mujeres que ni los han años les han quitado el peso de trabajar de noche, del símbolo de una madre que se desvela para sus hijas lleguen bien casa después de una velada de tragos que no eligieron tomar. El documental da un espacio para escuchar a voces que por décadas han estado en la Ciudad de México sin ser tomadas en cuenta.
"Me parece importante que la gente se dé esos 80 minutos para escuchar con respeto, sin juicio, a esta mujeres y creo que se puede aprender mucho de ellas. Es muy emocionante vayamos estar ahora en Guanajuato".